Regalitos: Abierta la temporada

Pues sí, lo reconozco, desde hace dos entradas estoy un poco más amargado, se acerca el odioso mes de diciembre, el mes de los regalitos y de las pamplinadas envueltas en papel de color y lazos por excelencia en mi entorno familiar, especialmente y a mi pesar, en el de mi consorte romana. Empezamos ya con Sant Albert Magno –como el jabón, un rollo magno-, y sobre todo, las Navidades y colaterales -el impostor Papito Noël, los Reixos màgics, los aniversarios que se suman en estas fechas- resumiendo, un mayúsculo y gigantesco coñazo, lo que no deja de ser una bonita frase para la eternidad.

Como de costumbre, los regalos: algunos esperados, otros inesperados. Y algunas que aún están esperando. Si ya se, Klanker va por mí, confieso.

Hay muchas clases de regalos…

Regalo con cariño. Es el que te hace alguien muy cercano, que no te lo esperas y que siempre acierta. Suelen ser cosas útiles o bonitas, que demuestran que la persona se esforzó en el regalo; son de los que más tarde uno guarda mejores recuerdos.

Regalo por encargo. Este es el de cuando te preguntan “¿Qué te regalo?” Si dejas la respuesta bien cerrada, quiero el libro de “Mares y mareos en Amsterdam” te aseguras de recibir un buen regalo, aunque carezca de la emoción. En caso contrario, hay que tener cuidado especialmente con los regalos de las abuelas o tías: respuestas como “no sé… una camiseta mismo” pueden traer fatales consecuencias como una blusa de flores, un jersey Fred Perrys o algo por el estilo y que, además, agradecerás con dos besos, amplia sonrisa y mintiendo como un bellaco político sobre el acertado regalete, reservando seguidamente hora con el capellán ecuestre para la absolución.

Regalo de compromiso. Te lo hace alguien que no te conoce demasiado o que tiene muy poca imaginación; es el típico de las fiestas de cumpleaños de los niños, veinte niños en la fiesta y se juntan 8 powers rangers cocineros o asesinos profesionales de oferta en la tienda de Toys infantiles.

Autoregalo. Alguien (suele ser un familiar) te da dinero y tu te vas a una tienda y te compras lo que más te gusta o te lo gastas en cubatas, preservativos o gasoil… Es una forma segura, cómoda y práctica de acertar.

Y resaltaré el tristemente Regalo del amigo invisible, jódete! me produce arcadas el pensarlo. Sinceramente… ¿a quién se le ocurrió esta historia? Un bodrio, te ponen un límite de dinero para que le hagas un regalo a X –del cual no conoces sus gustos-, e Y por su lado tiene que hacerte un regalo a ti. Y el sorteo?, a ciegas, y todo quisqui cambiando la papeleta alegando que “me ha tocado a mi mismo”. Así que te toca devanarte los sesos para encontrar algo que a) esté dentro de un presupuesto de miseria, b) no sea demasiado cutre y te tachen de gilipollas y c) le guste al receptor –aunque difícilmente te lo tirará por la cabeza vociferando, aunque ojito, que como está el patio Por cierto, ¿alguien se cree realmente que no te vas a enterar de quién te hizo el regalo? Si la mitad de las veces se sabe antes de recibirlo, en el caso de Klanker sabe el 98% de destinatarios y es sabia fuente de consulta…

Y eso que yo no compro ni tramito ninguno, francamente no me interesa, y no me ilusiona especialmente recibirlos. En fín … que cada uno se apañe y que cada palo aguante su vela, mástil y botavara.